lunes, 30 de mayo de 2011

Escribir por escribir...

Ha pasado ya mucho tiempo, de hecho 8 meses desde la última vez que tome este espacio para plasmar alguna idea o tontería de mi parte. Desde esa fecha y hasta hoy muchas cosas han ocurrido en este redondo mundo que, en mayor o menor medida, han repercutido en mi y me han hecho cambiar.

Por una parte, la violencia de la que es presa nuestro país (aunque en mi percepción el problema es global) ha tocado a seres muy cercanos a mi. En Diciembre pasado, pocos días antes de los festejos de Navidad, fue asesinado un joven de poco mas de 25 años, hijo de un profesor y buen amigo mío y mi primera reacción al enterarme del hecho fue sentir gran rabia y coraje ante un par de desgraciados que trataron de hacerse de dinero "fácil" abordando un microbus y despojando a sus ocupantes de sus pertenencias. En ese microbus un joven trato de defender sus pertenencias, que contenían el fruto de su arduo trabajo de meses y eso le costo una artera bala que puso fin a su existencia en nuestro mundo. Las horas pasaron y pude saber que mi amigo paso por un tortuoso proceso judicial antes de poder disponer del cuerpo inerte de su hijo y poderle dar velación y sepultura. Al siguiente día, temprano, me dirigí a la casa de mi amigo, donde ya velaban a su hijo y pude contemplar una escena que destrozó mi corazón: Vi una madre que, totalmente deshecha trataba de ser una buena anfitriona pero que no podía ocultar su dolor y, en frecuentes momentos rompía en llanto; vi a una joven, de tal vez 20 años o poco más, sentada junto al féretro del que fue su hermano con la mirada perdida y claras huellas de desvelo y llanto prolongado y vi a mi amigo, de pie, contemplando los restos de su querido hijo, con quien día a día viajaba en el trayecto al trabajo y el retorno a casa y con quien empezó un grandioso viaje hace más de dos décadas y que llegaba a un final que nadie hubiera imaginado. En el lugar se respiraba un ambiente de tristeza e impotencia ante un dolor que no debería pasar ningún padre en este mundo. Un día después, se procedió a la misa de cuerpo presente y a el entierro, que, no pudiendo ser más emotivo, estuvo lleno de palabras de reconocimiento a la labor, obra y buena voluntad del muchacho que, a su corta edad, había logrado dejar una magnifica impresión en los que lo conocimos. La familia del chico, mostrando una fortaleza que aun no entiendo de donde emergió, estuvo pendiente de cada palabra vertida en las ceremonias y del bienestar de los asistentes se desplomo en el momento de colocar a su hijo en su ubicación definitiva. En ese momento el odio que había experimentado pocas horas antes se desvaneció y cambió a un sentimiento de impotencia y no por el hecho de poder o no encontrar a quienes perpetraron esta infamia sino al hecho de que, hiciera lo que hiciera, ese muchacho estaba y estará muerto y el vacío que dejó entre sus seres queridos nunca podrá ser cubierto.

¿Qué sentido tiene entonces algo como la venganza? El odio y la venganza que del él genere solo generan más dolor y no resuelven nada.... (continuará)